La musa de las pesadillas by Laini Taylor

La musa de las pesadillas by Laini Taylor

autor:Laini Taylor [Taylor, Laini]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Juvenil, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2017-12-31T16:00:00+00:00


30

COMO COMER PASTEL EN SUEÑOS

El sol se puso. Prepararon y comieron una cena insípida. Sarai atendió a Minya: la alimentó y la limpió, dejó a Feral vigilándola, y fue a su habitación.

Lazlo se había adelantado, y los pasos de Sarai por el largo corredor del brazo diestro fueron mucho más rápidos y ligeros de lo habitual. De hecho, sus pies descalzos apenas tocaban el piso. Durante todos esos años, después de la puesta del sol, cuando los otros se iban a dormir, ella había vuelto a su habitación, no para dormir sino para enviar a sus polillas y dar pesadillas a los habitantes de Weep. Y aunque había pasado por cientos de mentes cada año, siempre se había sentido sola. Ya no.

Se detuvo en la puerta. Sentía mariposas en el estómago por saber que Lazlo estaba adentro y que tenían toda la noche por delante.

Esa mañana, con la aurora rosada entrando por la ventana, Sarai hizo desaparecer su ropa y se acostó en la cama, y Lazlo con ella. Durmieron, piel contra piel, y se encontraron en un sueño, y ahí también yacieron piel con piel.

Ser un fantasma tenía mucho en común con estar en un sueño. Ninguno de ambos estados era “real” en el sentido estricto de la palabra. Los sueños se alimentaban de la memoria y de la experiencia. Como Sarai había descubierto con Lazlo, a partir de sus esfuerzos por evocar un pastel, no se podía saborear lo que no se conocía de antemano.

Lo mismo pasaba con su carne fantasma. Sarai sabía que ahora toda sensación era una suposición de su mente basada en lo que había experimentado antes, y casi no había experimentado nada. Lazlo nunca había tocado su piel real excepto para cargar su cadáver, y solo se habían besado en sueños. Así, cuando los labios de Lazlo besaban su pezón, o las puntas de sus dedos hacían círculos alrededor de su ombligo, solo podía imaginar la sensación. Se sentía real. Se sentía maravilloso, pero no podía dejar de pensar que era como comer pastel en sueños, es decir, un pálido fantasma de la verdadera y exquisita vastedad de placer que es privilegio de los vivos.

No era que hubiera apreciado ese privilegio mientras vivía. Nunca había tenido oportunidad, y nunca la tendría. Era un pensamiento triste, pero había un detalle positivo: en los sueños, la sensación podía compartirse, igual que las emociones o el sabor del pastel. Mientras el soñador lo conociera, podía transmitirlo a la otra persona por medio del sueño, de modo que cuando Sarai rozaba el pezón de Lazlo con los labios o hacía círculos alrededor a su ombligo con los dedos, podía sentir lo que él sentía y compartir esa exquisita vastedad.

Eso pensaba, sonrojada, cálida y ansiosa, cuando entró al cuarto… para encontrarlo transformado.

Se detuvo en el umbral y miró a su alrededor, atónita. Siempre había sido hermoso, pero solo era una habitación, manchada por el hecho de que Skathis la había construido para Isagol: un regalo de monstruo a monstruo.

Sin importar lo que hubiera sido antes, ya no era “solo una habitación”.



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